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LAS CRONICAS DE PAVALANDIA

EL HECHIZO DE LAS PAVAS

CAPITULO 1

Érase una vez, en un reino llamado Pavalandia, habían tres pavas que vivían haciendo pavadas. Sus nombres eran Pava-Cris, Pava-Ali y Pava-Ramona.

Pava-Cris sólo sabía hacer el pavo con los ejes, Pava-Ali con los cristales y Pava-Ramona estaba entrenada en las viejas artes del café y del cacao.

El rey del reino, llamado Vampi-Jordi, las dejaba hacer por que no tenían remedio, pero lo que el pobre rey no sabia, era que por la espalda lo apuñalaban, diciendo cosas de él. Como por ejemplo que el vermout del viernes el no lo iba a buscar, que tenia mal genio, que siempre gritaba a todos, etc.

Suerte tenia este rey que había un hada que cuidaba de él, le ayudaba en sus arduas tareas y velaba por él, su nombre era Hada-Marian.

En este reino también había dos elfos que se llamaban Ramón y Alex, pero las malas artes de las pavas estaban convirtiendo al elfo ramón en un pavo más. El hada estaba intentando hacer un hechizo para poder salvar al elfo, pero su poder no era suficiente para enfrentarse ella sola a las malévolas pavas, ya que éstas habían conjurado hechizos con ayuda de las fuerzas oscuras. El hada no cejaba en sus esfuerzos. Un día, fue a ver al oráculo del rincón del Gau, donde habló con el hechicero Bello-Carlos, llamado así por su gran sabiduría y hermosura.

Entre tanto, el rey Vampi-Jordi desesperado por las maldades de las pavas pidió consejo a dos reyes amigos suyos de reinos vecinos, se llamaban Roper-Ros y Gavilán-Tolin, pero tras mucho pensar y cavilar, no llegaban a ninguna solución para poder acabar con las malignas pavas.

Por su parte el hada estaba reunida con el hechicero Bello-Carlos y escuchaba atentamente sus sabios consejos, los cuales eran:

Tenia que ir a la montaña del Staff y buscar a las tres musas maldecidas por el Sátiro-Vivi, proclamado recientemente representante del pueblo. Quien celoso de tres apuestos aprendices del gran hechicero Bello-Carlos los había convertido en musas. La musa del saber llamada Isra, la del ingenio Ignacia y la de la fuerza Ivana.

El hada empeñada en no ceder a tan noble tarea se despidió del hechicero, empezó a pensar como poder llegar hasta la montaña y entonces recordó a un buen amigo que seguro que le ayudaría en tan compleja misión.

Este no era otro que el Sr. Del bosque, llamado cariñosamente por sus amigos Emilín, así que sin más dilación se encamino hacia donde habitaba este.

Cuando llego el hada y le contó al Sr. Del bosque todo lo que estaba ocurriendo en el reino, este no tuvo ningún reparo en dejarle su mejor carroza y a su mejor cochero, manoplitas, y tras una afectiva despedida, emprendieron el camino hacia la montaña dispuesta a enfrentarse a cuantos peligros la acecharan, que no eran pocos.

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